19 agosto 2013

Bait (Carnada). Tiburones en el supermercado.

Carlito's

He de confesar que siento debilidad por las películas de tiburones. En general me atraen las películas de animales comehombres (en realidad, todas las pelis "con monstruo"), pero sobretodo las de tiburones. Y he visto algunas que pintaban, digamos, no muy bien, por el hecho de que eran de tiburones. Siendo sinceros, no es un “género” que dé para mucho, y creo que ya se dijo todo lo que había que decir sobre el tema con Tiburón del tito Spielberg.

Pero no por ello se han dejado de hacer pelis de tiburones, cuanto menos, entretenidas. Véase el caso de Deep Blue Sea, película que me encanta y que suelo revisitar de vez en cuando, aunque no sea precisamente un peliculón. Además, tiene algunos detalles que masacran un par de tópicos de estas películas que me encanta.

Pero no vengo a hablar de Deep Blue Sea, sino de una cinta más reciente que he visto exclusivamente porque era de tiburones y ni siquiera sabía muy bien de qué iba: Bait (Carnada). La verdad es que pensé que me encontraría con un truñaco tremendo que tendría que quitar y he de decir que no fue así. No es que Bait sea un peliculón, de hecho no es ni siquiera una buena película, pero es bastante entretenida y tiene cosas curiosas. Por lo menos, no es un insulto manifiesto a la inteligencia, que en éstos tiempos ya es mucho para este tipo de producciones casposas. Y eso que trata de tiburones en un supermercado, ahí es ná.

Tiene unos efectos resultones (no son los ignominiosos defectos especiales que se pueden ver en cosas como Shark Attack 3 y cintas del mismo pelaje). Las actuaciones son, como mucho, correctas, aunque sin llegar a los niveles vergonzantes que se ven por ahí. Tiene muchos tópicos y clichés, y al fin y al cabo, es lo mismo de siempre, pero al menos te entretiene un rato. Por lo menos, los personajes no son completamente gilipollas, aunque he de decir que esta cinta contiene una de las muertes más ridículas y estúpidas que he visto en una película (la del tío de la "superarmadura", y no diré más para no spoilear).

¿Y por qué tiburones en un supermercado? Porque hay un Tsunami que inunda media costa y unos tiburones se cuelan o son arrastrados al interior de un supermercado. A primera vista parece una tontería, y lo es, pero le da cierto toque de “originalidad”, por así decirlo. Vamos, no creo que exista otra película en la que haya tiburones en un supermercado.

En fin, en la peli puedes encontrar lo típico: personajes más o menos planos y estereotipados (aunque no gilipolludos del todo), actos heroicos (y ridículos), traiciones, rupturas, reconciliaciones, gente que se redime y que se encuentra a sí misma, un poco de plagio a Tiburón, etc. Y muertes. Algunas curiosas, otras más típicas. Mención especial a la parejita que se queda encerrada en su coche en el aparcamiento, que añaden un toque cómico que a mí me encantó. Típica parejita que suele dar repelús en otras pelis, pero que en esta tienen su toque simpático.

Si gustáis de estos “refinados” bocados (o este tipo de carnada, jeje, chiste malo del día), haceos con ella y echarle un vistazo. No cambiará vuestra manera de ver el cine, pero al menos os entretendrá un rato sin provocar una pérdida considerable de neuronas.


16 agosto 2013

Spartacus: War of the Damned. EPICUS!

Carlito's


El primer capítulo de la serie parecía anunciar un fracaso debido a su estética, sus excesos y demás. Pero aquí la tenemos. A pesar de que parecía que la cancelaban, de la muerte de su protagonista, etc. Aquí está. Una de las series más valientes, interesantes, indescriptibles y sorprendentes de los últimos años.

Un peplum, nada menos. Un peplum extraño, desfasado, que mezcla lo chabacano con lo sublime, el exceso con el intimismo, que utiliza un habla extravagante y deliciosa y con unos personajes impresionantes, tanto los buenos como los malos. Impecables, como siempre, desde Crixo hasta Saxa, desde el extravagante Julio César hasta Gannicus y, sobretodo, Espartaco y Craso, que se revelan casi como dos caras de una moneda. En palabras del propio Craso: “Ojalá hubieras nacido Romano”. Unos personajes que han muerto sin contemplaciones y que han sido relevados por otros igual de interesantes, hasta desembocar en esta guerra de los condenados que ya ha terminado.

¡Y cómo ha terminado! Quizá con el mejor episodio de la serie, o por lo menos entre los tres mejores, desbocándose por fin en una batalla épica que no tiene nada, pero nada que envidiar al cine de mucho mayor presupuesto.

El final era ciertamente conocido, pues así lo marca la Historia, siendo tan fieles como es posible a lo que sucedió (o se sabe que sucedió), pero tomando referentes de muchos lugares. La barrera entre los malos y los buenos es, en muchas ocasiones, difusa, pues no todos los romanos han aparecido como malvados, ni todos los esclavos como buenos.

La pregunda de quiénes y cómo morirán siguen indecisas hasta el final, hasta los últimos minutos, dándonos una última mitad de episodio épica a más no poder. Spartacus es, bajo mi opinión, una serie redonda, casi perfecta, contenida en sí misma sin intentar alargarla más de lo necesario, contando lo que se quería contar sin marear perdices ni alargar tramas ad nauseam como otras series que acaban desinflándose bajo el peso de su éxito, metiendo y sacando a los personajes cuando la narración los necesitaba: la incertidumbre de quién morirá (o más bien cuándo y cómo) se mantiene hasta el final, y nosotros gozamos de estos capítulos, de la inteligencia de sus guiones y de comprobar que se puede contar una historia ya sabida y que aún así nos sorprenda y nos maraville.

Una de las mejores series que yo haya visto, sin duda alguna.

04 agosto 2013

Spartacus: Vengeance. Elevémonos al puto Olimpo

Carlito's


Spartacus sigue siendo una de las mejores series del momento, al menos en mi opinión. Sigue siendo excesiva, sí: mucha sangre, muchas vísceras, mucha cámara lenta, demasiado efectismo, pero funciona. Y sigue contando con dos bazas que pocas o ninguna serie explotan ahora mismo como ésta: el sexo como un motor fundamental, sin tapujos, sin mojigaterías, como algo natural e incluso obsesivo (como en la vida misma); y sus personajes, que siguen siendo tan redondos como siempre. Unos motivados por la ambición más pura, otros por las ansias de libertad, entremezclado con la venganza, con deseos inconfesables, con el ansia del perdón.

La serie tuvo un parón cuando el actor principal enfermó y murió más tarde (D.E.P.), así que la tercera temporada parte con dos graves problemas: el cambio de actor principal (que, vista la temporada, no es tal problema, ya que el bueno de Liam McIntytre compone un Espartaco más que decente, paliado además en su versión española por el doblaje, que es el mismo), y sobre todo la falta de ese enorme malvado que es Batiato, encarnado por un gigantesco John Hanna que debería haber ganado cien mil premios por su papel. Se repescó un poco por la patilla a Lucrecia, ya que no parecía que hubiera podido sobrevivir a la carnicería del último episodio.

Los diez capítulos de Vengeance han jugado a contraponer la fuga de los rebeldes con los intentos por someterlos. De los escenarios cerrados de Capua hemos pasado a escenarios un poquito más abiertos (pero no demasiado), como son el Vesubio y los bosques. El ludus también ha estado muy presente durante toda la temporada, y la arena también ha tenido sus momentos de gloria. O decadencia.

Las tramas siguen hilvanándose sin problemas ni estridencias, y su tratamiento del sexo sigue siendo valiente, sin cortarse un pelo y con naturalidad (incluso en las escenas homosexuales, de forma lógica, por otra parte). El trato a sus personajes sigue siendo igual de audaz, matando personajes con los que nos encariñamos sin demasiado pudor. De hecho, al igual que en la primera, al final de ésta se hace un poquito de criba con muchos secundarios. La nueva temporada deberá llenar el hueco que dejan éstos, algunos de ellos verdaderamente redondos y memorables.

Los diálogos siguen siendo esa mezcla tan extraña y divertida de declamaciones en tono grave y sublime repletas de pollas, putas y toda la ristra de palabrotas y chascarrillos que se nos ocurran. Las aventuras de los gladiadores están repletas de sangre y violencia, pero los buenos sentimientos siguen teniendo su lugar, sobretodo en Espartaco, empeñado en no actuar como los romanos, lo cual le obliga a tomar decisiones contrarias a sus deseos por hacer lo correcto y lo inteligente. Pero cuando hay que dar caña, se da caña, desde luego. Espartaco es bueno, pero no gilipollas.

Los juegos de traiciones, secretos y conjuras se dan, sobretodo, en el bando de los romanos, en contraste al bando de los rebeldes, donde todo es más a las claras y donde parecen haberse adelantado a su tiempo, sin hacer ya distingos entre hombres y mujeres en cuestiones de guerra. La lucha por la libertad flota en el aire mucho más que en las otras temporadas, y el eterno mensaje de que la libertad (o cualquier otra causa elevada) no se puede conseguir de manera fácil y sin sacrificios, subyace en cada una de las escenas de la serie.