06 octubre 2008

El cine de Takashi Miike, segunda parte: Dead or Alive

Carlito's

Vamos con la segunda entrega sobre este peculiar director. Voy a comentar en mis siguientes artículos la trilogía DOA. ¿Ready? Go!

Título original: Dead or Alive: Hanzaisha
Género: Acción
País: Japón
Duración: 105 minutos
Año: 1999
Director: Takashi Miike
Guión: Ichiru Ryu
Intérpretes: Riki Takeuchi, Show Aikawa, Renji Ishibashi, Hitoshi Ozawa, Shingo Tsurumi, Kaoru Sugita, Dankan, Michisuke Kashiwaya, Ren Osugi, Susumu Terajima, Hua Rong Wong
Música: Kôji Endô
Fotografía: Hideo Yamamoto
Producción: Makoto Okada y Katsumi Ono

Sinopsis:
Ryuichi, un gángster chino que vive en Japón, decide hacerse con el control del barrio de Shinjuku, enfrentándose a la Yakuza y a las Tríadas chinas y dominar, de paso, el comercio de drogas con Taiwán. En la otra parte tenemos al detective Jojima, el único que parece ser capaz de interponerse en su camino. Es un hombre amargado por su trabajo y por el drama que vive en su casa, ya que su hija necesita una carísima intervención para la cual no tiene dinero. Se cruzará con Ryuichi en su camino, iniciando una lucha entre ellos que terminará en un apoteósico y surrealista duelo final.

Comentario:
Takashi Miike es un director que cosecha amores u odios. No es un director que suela provocar reacciones intermedias. Su cine suele gustar o no gustar. Y una buena manera de comprobar si eres de unos o de otros es viendo esta cinta, que es cien por cien Takashi Miike. En ella está recogida la esencia de su cine. Es más, sólo con ver el inicio de la película (soberbio), vemos claramente las señas de identidad de este personal director y lo que nos vamos a encontrar: sexo, violencia, aberraciones, un brutal sentido del humor (bastante negro), personajes extravagantes y, sobre todo, exceso. Mucho exceso. Si hay algo que caracteriza a este director es su tendencia a la hipérbole, a la exageración. Es un cine visualmente impactante pero no carente de contenidos y sin ningún tipo de complejos. Su manera de filmar es bastante transgresora, de hecho, le hace único. Ver una película de Takashi Miike es siempre toda una experiencia. Para unos buena, para otros mala, pero una experiencia al fin y al cabo.
Dead or Alive es una película que sorprende, con toda clase de escenas divertidas, exageradas y algunas barbaridades como el jefe que ahoga a una chica en su propia mierda, la gigantesca raya que se mete uno de los personajes al principio, la mamada y posterior rezume de esencia, o en la que a uno de los jefes chinos, al inicio, le meten un escopetazo que le revienta el estómago y, como ha estado hartándose de fideos, éstos salen volando hacia la cámara. Miike nos muestra, cómo no, lo más sórdido de la sociedad japonesa. Siempre impregnándolo todo de ese peculiar humor suyo.
El metraje no decae en ningún momento, y entre toda la violencia y sordidez, vamos viendo aquí y allá retazos de las vidas cotidianas de sus dos protagonistas, encarnados de forma espléndida por Riki Takeuchi y Show Aikawa (quienes repetirán en las dos siguientes entregas de la trilogía). Ambos actores realizan un trabajo excelente, pero Show Aikawa sale ganando, a mi parecer, en este duelo interpretativo. Como decía, podemos ver cómo la vida de Jojima es de todo menos feliz, está amargado y, por lo que podemos deducir, ni siquiera se acuesta con su mujer y su hija no parece apreciarle demasiado, aunque es capaz de todo por conseguir el dinero para la operación que necesita. Por su parte, Ryuichi intenta que su hermano pequeño, al que mandó a estudiar a Nueva York, consiga hacerse un hombre de provecho, sufriendo el rechazo de éste por su vida delictiva, fracasando al verse involucrado en una de las refriegas.
Todos tienen sus propios planes, y van encontrándose y enfrentándose unos y otros hasta que la violencia se desata en el asalto a una reunión entre Yakuzas y las Tríadas chinas por parte de la banda de Ryuichi, para dar paso al apocalíptico duelo final. Y es que hay que reconocer que Takashi Miike es un juguetón. Le encanta jugar con el espectador. Y nos regala un final totalmente desfasado, surrealista y exagerado. Un final que parece sacado de un anime. Un final que ha debido provocar montones de comentarios sin desperdicio. Son marca de la casa estos finales que, en realidad, no tienen sentido y que, yo creo, Miike mete para juguetear con sus espectadores. La gente siempre intenta sacarles algún sentido, pero yo no creo que lo tengan.

En fin, si Visitor Q era una cinta clave en la filmografía de Miike, su trilogía DOA lo es aún más, ya que resume en cierta manera su forma de hacer cine. De las tres yo me quedo con esta, por su historia, por su magnífico inicio y por ese surrealista final. Acción, violencia, sexo, humor negro, exceso. Eso es lo que encontrarás aquí. Degústalo.


(haz clic en las imágenes para verlas más grandes)

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